Demián es un muchacho curioso e inquieto que desea saber más sobre sí
mismo. Esta búsqueda le conduce hasta Jorge, el Gordo, un psicoanalista
muy peculiar que le ayuda a enfrentarse a la vida y a encontrar las
respuestas que está buscando con un método muy personal: cada día le
explica un cuento. Son cuentos clásicos, modernos, o populares,
reinventados por el psicoanalista para ayudar a su joven amigo a
resolver sus dudas.
Opinión personal:
Para mí es una gran responsabilidad hablar de este autor y de sus libros.
Sé la "mala prensa" que tienen los libros de autoayuda, pero este no es un libro de autoayuda sin más, en este libro nadie dice lo que tienes que hacer, este libro nos hace pensar a través de sus cuentos.
No es un libro técnico en el que su autor quiera demostrar lo que sabe, es un libro en el que Bucay quiere hacer que nos deshagamos de esos lastres emocionales que muchas veces nos acompañan sin que seamos conscientes de ello.
Creo que no soy la única cuando digo que leer los libros de Jorge Bucay me cambió la vida. Y no exagero.
Este psicoterapeuta se salta las normas y no es todo lo correcto que un psicoterapeuta suele ser y eso hace que no veamos sus libros como un experto en el tema que está impartiendo una clase magistral, sino como un hombre de esos sabios que te sonríen mientras hablas porque en ellos habita toda la tranquilidad y sabiduría.
En el libro, el protagonista siempre acude al psicoterapeuta con un problema, y el Gordo le responde con un cuento que empuja a Demián a buscar su propia solución.
Este libro en concreto, es uno de mis preferidos de este autor y que recomiendo leer a todo el mundo, les interese o no la psicología, pues es un libro ameno y fácil de leer en el que cada persona extraerá su propia enseñanza y con el que, además pasará un rato agradable.
Os dejo aquí uno de los cuentos para que os quedéis con ganas de más:
Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba
de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me
enteré, me llamaba la atención el elefante.
Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de su peso,
tamaño y fuerza descomunal… pero después de su actuación y hasta un rato
antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas
enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y
poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de
cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.
El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces?. ¿Por qué no huye?
Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría
de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a
algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que
el elefante no se escapa porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia: “Si está amaestrado ¿por qué lo encadenan?”
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.
Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca… y sólo
lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho
la misma pregunta.
Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta:
El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.
Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca.
Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y
sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo. La
estaca era ciertamente muy fuerte para él.
Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía…
Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a sus destino.
Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no escapa porque cree –pobre– que NO PUEDE.
Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer.
Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro.
Jamás… jamás… intentó poner a prueba su fuerza otra vez…
Vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan
libertad… condicionados por el recuerdo de «no puedo»… Tu única manera
de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento todo tu corazón…
Puntuación:
By Chari
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